VESTIR A UN HÉROE

Con la congelación de la rutina, con la incertidumbre de un cuerpo incierto, con el quebranto de nuestra zona de confort, nuestros ocultos monstruos hacen acto de presencia, las cicatrices se vuelven heridas abiertas, mas nuestra sensibilidad sin previo aviso despierta, la empatía florece y la fortaleza cubre la desnuda vulnerabilidad.

Desvestir el alma es un ejercicio recurrente entre los confinados llenos de pánico por una sigilosa pandemia que avanza entre la niebla y sin reparar en la atrocidad de destruir lo duramente amasado golpea en el lugar que más duele, hiere al que más nos necesita y derrumba al que se creía más fuerte.

En estos días la sombra va ganando posición a la luz y se muestra con toda intensidad la incertidumbre de un desconocimiento comunitario que busca en la unidad la fuerza para ganar la batalla a un virus que se ha hecho fuerte.

Sin embargo, la humana e intrínseca fortaleza de cada uno de nosotros, hace que aún con el inhumano esfuerzo del confinamiento, luchemos con la unión virtual del abrazo, con el lazo de la esperanza y la cadena del efecto que adormece el dolor... En estos días de confinamiento la reconciliación con nuestros monstruos nos muestra que la cobardía no existe, que cada uno de nosotros viste a un héroe...

© Dory Lansorena

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