ORGULLO
No había otra cosa en torno a la cual giraran sus vidas.
Cualquiera hubiera dicho que habían nacido para odiarse,
mientras que la realidad imponía todo lo contrario.
Ella fingía cruelmente que él no existía,
mientras que este trataba de olvidar
aquellos días.
Ella, como si de una fortaleza se tratase,
le cerraba el paso a su corazón; resistía,
e incluso a veces devolvía los incesantes ataques
llevados a cabo por el ejército de desplantes de aquel a quien,
en una época no muy lejana, le había susurrado al oído, “te amo”.
Él, resistía como un jabato los embistes del recuerdo
de un amor aun no olvidado,
de un amor aún profundamente instalado
en ese insondable lugar recóndito de su ser,
pero la decisión de distanciarse para evitar
un posible perjuicio hacía que mostrase arrogantes gestos altivos
a ese amor añorado.
Y así, por orgullo equivocado,
ambos vagan por el mundo como dos almas en pena
que se buscan y se anhelan en silencio,
que se callan y se tragan sus "te quiero",
que se olvidan de vivir por simple miedo.
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