Mi duro camino de baldosas amarillas
Actualizado: 9 dic 2019
Si algo he aprendido de los críticos en estos años como escritora, es que todos quieren ver el significado oculto detrás de lo que escribes y si no lo ven, se lo inventan. Recuerdo que en una de las presentaciones de mi primer libro -un poemario ya descatalogado-, uno de los escritores que formaba parte del público empezó a hablar de la clara influencia que tenía en mí, la poesía de un poeta que jamás había leído con lo que difícilmente su poesía podría haberme influido. Pero ese día aprendí que no hay que hacer caso de los críticos y que a cualquier cosa se le puede sacar un significado oculto si te empeñas en hacerlo.
En el cuento del Maravilloso mago de Oz, Dorothy vive una vida gris y anodina con poco espacio para los sueños. Pero un ciclón conduce a Dorothy a un mundo extraordinario que pone patas arriba su vida. En mi caso el suceso que pone patas arriba mi mundo es la publicación del primer libro, publicación que me arranca de la rutina y me hace aterrizar en el país de Oz. Un país extraño en el que el primer muerto es el sueño de vender tu libro sin saber de marketing.
Dorothy se encuentra entonces con la bruja del Norte, que le dice lo que tiene que hacer, la bruja es su mentor, algo muy importante para un escritor, tanto a nivel de escritura como para promocionar su trabajo, para atraer lectores. En el caso del mago de Oz, la Bruja del Norte pone en los pies de Dorothy los chapines de rubí y le dice cuál es el camino a seguir.
Esos zapatos preparan a Dorothy para recorrer el camino de baldosas amarillas. Pero es ella y solo ella, quien debe recorrerlo. En su camino, encuentra a un espantapájaros que se queja de no tener cerebro, de tener la cabeza llena de paja. Y decide acompañar a Dorothy en su viaje hacia Oz.
Lo primero que debemos resetear como escritores es el cerebro si queremos continuar el camino de baldosas amarillas hacia nuestra Ciudad Esmeralda. Al principio, nuestro punto más débil, las creencias, nos limitan y, a la vez, nos empujan a continuar recorriendo las baldosas amarillas. Y si te fijas bien en la historia del mago de Oz, el cerebro del espantapájaros estaba ahí desde el principio.
Es muy difícil ser escritor. Las lágrimas -que oxidan e inmovilizan al Leñador de hojalata- oxidan e inmovilizan al escritor. Eso de que la creatividad se libera con el sufrimiento es un mito.
Para ser escritor hoy en día hay que tener valor, pero estamos cargados de miedo como el león cobarde que acompaña a Dorothy. Miedo a ser juzgado, miedo a la crítica destructiva, miedo a no llegar, miedo a la mediocridad, miedo a fracasar… Nuestros miedos son infinitos. Pero avanzar para llegar a un objetivo se basa en dar el paso siguiente. Aunque tropieces, te levantas y sigues caminando.
La voluntad, el respaldo y el coraje nos ayudarán a salvar ríos de aguas turbulentas y perseverar hasta alcanzar las puertas de la Ciudad Esmeralda.
Cuando Dorothy y sus amigos llegan a Esmeralda, Oz no les entrega lo que iban buscando y la frustración hace que sientan que han hecho el viaje en balde y que nunca conseguirán lo que persiguen. Muchas veces, en el camino de baldosas amarillas, tenemos que enfrentarnos a adversidades no contempladas.
Es curioso que esas desgracias, que alguna vez nos arrojaron al abismo, tengan consecuencias imprevisibles y muestren senderos que nunca se nos hubiera ocurrido transitar.
Cuando llegas a tu Ciudad Esmeralda firmando ejemplares de tus libros, te das cuenta de la enorme farsa que hay detrás de Oz. Después de todo, la magia siempre ha estado en tu particular e imaginativo refugio de sueños e ilusiones, ese en el que ahora mantienes las ventanas virtuales abiertas para hablar con los lectores.
La poesía, los cuentos y la escritura
en general, me ha hecho crecer como ser humano, de la misma forma que hicieron por Dorothy el espantapájaros, el hombre de hojalata y el león.
Sin embargo, he aprendido que el camino de baldosas amarillas no es un cuento de hadas.
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